La filosofía de FUNDAP

Jorge Gándara,
Director Ejecutivo de FUNDAP

FUNDAP

Justicia, Caridad y Esperanza. Alrededor y dentro de estas palabras, se encuentra inmersa la síntesis de lo que hemos practicado por más de 35 años.

Estimados, adjunto encontrarán la carta de la Memoria de Labores de la Fundación del año 2019. He pensado en escribirla dando respuesta a la pregunta: si tuviera que poner unas palabras que sintetizaran el pensamiento, filosofía y actuación de FUNDAP, similar a los valores que caracterizan a las Universidades y están plasmados en latín en sus emblemas, ¿cuáles son las que escogería?

Mi respuesta es: Justicia, Caridad y Esperanza. Alrededor y dentro de estas palabras, se encuentra inmersa la síntesis de lo que hemos practicado por más de 35 años y corresponden a la realidad de todos nuestros proyectos y la forma de pensar de las soluciones que ofrecemos, no solo a los beneficiarios, sino también a los colaboradores y la sociedad. Es a las que me referiré de aquí en adelante. Por supuesto que las tres tienen raíces profundas en los principios Cristianos, que al final es lo que enmarca los fundamentos o cimientos de nuestras creencias en nuestra vida, como principios firmes y verdaderos.

Justicia

La Justicia como valor es el principio moral de cada individuo que decide vivir dando a cada quien lo que le corresponde o pertenece. La Justicia forma parte de los valores sociales, morales y democráticos, de allí deriva su importancia. Es una virtud que todos los individuos deben poner en práctica de manera coherente y en busca, tanto del bien propio, como de la sociedad. Lo que se espera es que cada persona, ante una situación de injusticia, actúe con todo lo que esté a su alcance para corregir esta situación. Incluso se llega a valorar el riesgo propio, que significa poner en riesgo los intereses y recursos personales, al servicio de corregir estados o estructuras de injusticia.

Para lograr esto es necesario que la Justicia sea un valor inculcado por la familia, reforzado por las instituciones educativas, respetado y amparado por el Estado y sus instituciones y puesto en práctica por la sociedad. El filósofo Aristóteles definía justicia como dar a cada ciudadano lo que le corresponde según sus necesidades y es de donde parte el principio de la Justicia Distributiva.

La Justicia tiene su apoyo en uno de sus hermanos, el Respeto, que es uno de los valores morales más importantes del ser humano, pues es fundamental para lograr una armoniosa interacción social. Una de las premisas más importantes sobre el Respeto es que, para ser respetado es necesario saber o aprender a respetar, a comprender al otro, a valorar sus intereses y necesidades, y es donde crecen las amistades sinceras (ser mirada que acoge, mano que alivia y acompaña, palabra de consuelo, abrazo de ternura). En este sentido, el Respeto debe ser mutuo, y nacer de un sentimiento de reciprocidad. Ahora bien, el Respeto también debe aprenderse. Respetar no significa estar de acuerdo en todos los ámbitos con otra persona, sino que se trata de no discriminar ni ofender a esa persona por origen, etnicidad, género, creencias o su forma de vida y sus decisiones, siempre y cuando dichas decisiones no causen ningún daño, ni afecten o irrespeten a los demás. Es lo que nos permite mirar de verdad a los ojos a cada uno. El Respeto a la diversidad de ideas, opiniones y maneras de ser es un valor supremo en las sociedades que aspiran a ser justas y a garantizar una sana convivencia (todos los seres humanos valen).

Todas las personas somos diferentes, cada uno se debe sentir en libertad de expresar su forma de ser sin que otros lo critiquen o se burlen de él. Aquí es donde caemos a la Tolerancia como el reconocimiento de las diferencias inherentes a la naturaleza humana, a la diversidad de las culturas, las religiones o las maneras de ser o actuar.

Otra gran compañera de la Justicia es la Honestidad que permea todos los aspectos de la vida de una persona; se manifiesta socialmente, pero también en el entorno íntimo del individuo y en su vida interior. Esto quiere decir que la Honestidad es tanto exterior como interior, en vista de lo cual debe haber un comportamiento coherente, donde las acciones del individuo sean consecuentes con lo que piensa, dice y predica. En una persona honesta, transparente, donde no hay doblez ni engaño, incluso los actos más pequeños están regidos por la Honestidad: asumir la responsabilidad de nuestros errores, rectificar y corregir cuando sea necesario, ser leales, transparentes y sinceros en nuestras relaciones con los otros; todo ello no es sino una breve enumeración del largo catálogo de acciones donde podemos manifestar activamente nuestra Honestidad. En este sentido, un individuo socialmente honesto se mantiene apegado a los principios del buen obrar en todos los actos que constituyen su interacción con los demás: en su familia, en el trabajo, en su comunidad, en sus estudios, ante el Estado; asimismo lo hará en su vida más íntima, en sus relaciones afectivas, de amistad y familiares; e igualmente en su vida interior, es decir, en aquellos aspectos de su vida que no está obligado a compartir con los demás, como sus sentimientos, sus ideas, sus gustos e intereses. Un individuo honesto, en definitiva, es ante todo honesto consigo mismo y, por lo tanto, no se traicionará a sí mismo y, como consecuencia, los demás podrán confiar en él. Es ser auténticos.

Hermana de la Justicia es la Responsabilidad que se considera una cualidad y un valor del ser humano. La Responsabilidad es la capacidad de un sujeto para dar respuesta ante los compromisos asumidos de cualquier índole, que demanda el cumplimiento de un deber o su actuación en términos éticos, morales y cívicos. Se trata de una característica positiva de las personas que son capaces de comprometerse y actuar de forma correcta. La Responsabilidad la lleva la persona consigo misma a donde vaya y lo expresa a través de sus acciones, obedeciendo a sus propios dictados éticos y morales. El último nivel de la Responsabilidad es, pues, ayudar a otros a ser más responsables. La persona responsable se compromete en la formación de otro.

En resumen: La Justicia como un valor fundamental se concreta, si se acompaña del Respeto, la Tolerancia, la Responsabilidad y la Honestidad como hábitos y características de vida.

Caridad

La Justicia y la Caridad están tan unidas que la una sostiene a la otra. La Caridad tiene sus raíces en la Misericordia. La Misericordia como valor es la virtud del ánimo que lleva a los seres humanos a conmoverse por los sufrimientos y miserias ajenas. La Misericordia es una actitud bondadosa que una persona muestra a otra que esté atravesando por un mal momento, de sentir en nosotros mismos la desdicha de otros. Nos hace descubrir que vivimos para los demás, de “escuchar” y decir “Tú eres importante para mi”. Mirar con cariño —querer con la mirada— permite conocer mejor, y así también querer mejor. “El corazón humano tiene un coeficiente de dilatación enorme. Cuando ama, se ensancha en un crescendo de cariño que supera todas las barreras”. Sin Misericordia, en cambio, perdemos ángulo de visión y profundidad de campo: empequeñecemos a los demás y el valor de su dignidad.

Ejemplos de Obras de Misericordia: visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, enseñar al que no sabe, consolar al triste, ayudar a aliviar el sufrimiento humano, enterrar a los muertos. En resumen, la Caridad es generosa y desinteresada, buscando únicamente el bien de los demás; es el darse en su más alta consideración. Es aquella persona que piensa en los otros antes que en sí misma y que es capaz de amar poniendo su corazón —lo más valioso del ser humano— al servicio de los demás.

Esperanza

La importancia de la Esperanza en la vida de las personas es innegable. Por un lado, es el motor que nos empuja a intentar conseguir lo que nos proponemos, y por otro, es lo último que debemos perder ante las adversidades. Cuando se pierde o resulta difícil de alcanzar, la vida se vuelve una ardua batalla contra los obstáculos. Es lo que nos da optimismo para continuar en nuestra lucha de todos los días. El brindar Esperanza, o nuevas opciones a los que se ven inmersos en grandes dificultades, es una labor que tiene sus frutos en ver cómo pueden llegar a cambiar las cosas, aunque aparentemente no existan muchos motivos para pensar que el futuro no puede ser diferente. Es darle a entender a una persona que aquello que aspira o espera puede efectivamente lograrse, aún con las expectativas que se pudieran haber tenido. La Esperanza cambia vidas.

Justicia, Caridad y Esperanza: tres palabras fáciles de escribir, pero al mismo tiempo constituyen formas de vida que exigen de todos nosotros un esfuerzo constante y representan la síntesis de lo que es la Fundación. Deseo compartir algunas frases —yo he añadido mi parte— que me han llegado de alguien muy cercano a nosotros y que me han marcado del por qué de este trabajo.

Lo que vislumbro a nuestro alrededor, lo que prevalece es que aparentemente no hay un sincero interés en ayudar a los demás. Los vemos como que no son nuestro problema, que alguien, —no sabemos quién—, vendrá a resolver las cosas. Es decir, no existe una sincera comprensión hacia el sufrimiento de los demás. Característica que también encontramos en muchas que se dicen “organizaciones de desarrollo”, que en el fondo no tienen la motivación, ni sienten la responsabilidad natural, profunda, de hacer —algo serio— por los demás, de allí el gran fracaso de la ayuda humanitaria en el mundo.

Qué se puede hacer, sería la gran pregunta. Mi única respuesta es lo que ha marcado desde el inicio el actuar en FUNDAP, dar ejemplo en todo: de la forma de administrar transparente, del cuidado que se tiene en los colaboradores, el cuidado de los bienes materiales de que se dispone, ser sobrios en los gastos, ver a estas organizaciones como una empresa, solo que de desarrollo, y por último, que los programas que se emprendan tienen que responder realmente a las necesidades de oportunidades de las personas y ser sostenibles. Es decir, ser muy creativos al igual que los grandes empresarios.

Estos pensamientos se originan en que muchas veces en lo personal me he sentido frustrado por lo que se hace, o mejor dicho no se hace en el mundo de la filantropía —se encuentra con muchas personas que no tienen como prioridad realmente aprender y ver cómo contribuir a crear una mejor sociedad, pero que trabajan en esto por temas personales—. Es lamentable, pero al mismo tiempo uno se encuentra con varios tesoros en el camino, que hacen que valga la pena.

Comparto el dolor también de ver como la gente no considera como su responsabilidad lo que le pasa a otros. Nuestro reto en la Fundación es demostrar precisamente que lo que les pasa a otros sí nos importa, y al dar buen ejemplo podemos hacer que más personas realmente se involucren en solucionar los problemas de los más olvidados. La verdad es que lo que a mí más me duele es que vislumbro que, en el fondo, a una mayoría sí nos importa –la gente que realmente es apática al dolor ajeno es muy poca—. Y qué ironía que estemos en esta situación cuando sí nos importan los demás, y sí estamos dispuestos a ayudar, solo que pensamos que “yo no puedo cambiar nada”, cuando vemos que cada uno de nosotros tiene un gran potencial por desarrollar –la pista de aterrizaje que sirve para los vuelos de los que quieren hacer algo serio por los demás, se llama FUNDAP—.

El reto es muy grande, y quizás el resumen es querer a los demás con el corazón en la mano, luego vendrán las respuestas y resultados. Por supuesto que todo esto tiene que ver con los principios y valores personales de los que dirigen estas acciones.

Mi conclusión también es que al final, por agobiante que parezca todo, tenemos que concentrarnos en las cosas chiquitas –en las relaciones directas que podemos afectar, porque por más pequeñita que sea una persona y una acción, yo pienso en la sociedad como una especie de fractal (término que se refiere a invertir en algo y recibir a cambio una suma multiplicada varias veces como retorno) gigante– y si creamos belleza en las partes pequeñas, va a ser cuestión de tiempo que la misma se refleje en una escala mayor.

La pista de aterrizaje que sirve para los vuelos de los que quieren hacer algo serio por los demás, se llama FUNDAP.

Jorge Arturo Gándara Gaborit
Quetzaltenango, marzo de 2020.